Cómo plantar cara a una lesión
Todo lo que estaba haciendo era cambiar de niveles en el calentamiento. El movimiento era simplemente subir y bajar mientras sostenía una cadena. Una vez puse el peso en mi pierna izquierda para apoyarme sonó un terrible crujido. Había sufrido una lesión.
Lo primero que pensé fue “esto no puede haberme ocurrido”. Por fuera parecía calmado mientras comprobaba mi dolor, pero por dentro estaba totalmente en pánico. No podía poner recta mi pierna. Para ser más exactos, no podía ni estirarla un poco. Sentía cómo algo estaba fuera de lugar en mi rodilla. De hecho, parecía que si trataba de estirar la pierna iba sufrir un dolor espantoso. Seguro que a muchos os ha pasado esto mismo.
La primera decisión que tomé fue respirar de manera honda. Respiré por mi mente y mi espíritu. Debía calmarme, estar en pánico no me iba a servir de nada en aquella situación. Entonces, con ayuda de mi instructor, logré desplazarme y sentarme en una silla cercana. Inmediatamente, traté de llevar esa respiración a mi rodilla, de la misma manera que otras veces había logrado llevarla a otras partes de mi cuerpo. Pero en aquel instante no pude conseguir lo que me proponía, no sentía mi rodilla. Normalmente era capaz de lograr llevar mi respiración a cualquier parte de mi cuerpo, pero había algo que me bloqueaba. Era el miedo. Aquella noche iba a aprender algo que jamás imaginaría, iba a descubrir el poder del miedo.
Miedo en el hospital:
Los rayos X confirmaron que los huesos no estaban rotos. El doctor se acercó y comenzó a palpar el área que rodeaba mi rodilla. Él parecía creer que se trataba de un desgarro del menisco, o tal vez, de un esguince grave junto a una articulación bloqueada. Me recomendó congelar mi pierna para paralizar mi dolor, de forma que podría estirarla y desbloquear aquella articulación. Tal vez creáis que estoy loco, pero no quería que me congelaran la pierna. Lo cierto es que debía sentir mi rodilla, de otra forma había una gran posibilidad de que mi lesión se agravase. Decidí comentarle al doctor que primero intentaría estirar mi pierna sin paralizarla, y él accedió a que lo intetasemos. Mientras reposaba en la cama del hospital, comencé a anticipar un intenso dolor. Durante la sesión de rayos X que me habían realizado horas antes, el enfermero trató de estirar mi pierna poco a poco y dio resultado en el dolor más horrible que he padecido en mi vida.
Mientras esperaba el regreso del doctor para que comenzase, el miedo se apropió de mis pensamientos. Pero en realidad sabía que solo iba a conseguir que funcionase si me relajaba. De manera que comencé a respirar de forma que me relajara completamente. Entonces llegó el doctor y inició la manipulación de mi rodilla. Yo continuaba respirando hondamente. Realizaba movimientos poco a poco mientras yo inspiraba y expiraba. En un determinado momento decidió hacer una pausa y descubrí que casi la tenía estirada del todo. Entonces tiró una vez más de mi pierna y consiguió ponerla recta al 100%. El dolor era minúsculo. La reacción del doctor fue muy positiva: “Sabes relajarte muy bien” comentó.
La recaída:
En las semanas posteriores mi rodilla volvió a encasillarse, algo natural debido a que mi cuerpo tan solo trataba de proteger aquella área. En aquel momento mi verdadero entrenamiento comenzó. Debía desbloquear mi rodilla de nuevo, y esta vez lo iba a realizar sin ayuda de nadie. Si me quedaba sentado el miedo volvería a surgir, provocando que se me acumulara la sangre en la rodilla, torpedeando la circulación. Por otro lado, si estiraba demasiado o muy rápido me sometía a la posibilidad de crear un mayor dolor y mayor miedo. Me sentía como si estuviese caminando por una cuerda como las que utilizan los equilibristas. Pero la clave continuaba siendo la misma, la respiración. Desde un estado de relajación podría hacer todo lo que me diera la gana. En reiteradas ocasiones optaba por sacudir mi pierna para relajarla, a la vez que me proporcionaba un suave masaje en los diferentes músculos. Cuando una lesión tiene lugar, te das cuenta de que en los músculos de alrededor se forma numerosos nudos que hay que conseguir deshacer para alcanzar la fase de relajación. Una gran forma para deshacer estos nudos es aplicar aceite antes de comenzar con el masaje.
Otro aspecto realmente importante a la hora de recuperarse de una lesión es el tema psicológico y yo definitivamente hice frente a éste aspecto. Llegó un momento en el que realmente realmente mi cabeza, mi mente comenzaron a comportarse de forma en la que me daba la sensación de que mi cuerpo se despedazaba. Pero mantenerme positivo fue vital. Tal y cómo la ciencia está demostrando en la actualidad, una actitud positiva puede acelerar de forma importante el proceso de curación. Debemos ser fuertes y no autolamentarnos. Mi amigo Vladimir me contó que cuando estaba en el ejército, en días de duro entrenamiento con muchísimo frío estaban obligados a decirse a sí mismos “Soy fuerte, tengo energía” antes de dormir y nada más levantarse. De hecho, decirme estas palabras a mi mismo tuvieron un verdadero impacto sobre mí, evitando que me desconcentrase con pensamientos negativos.
La luz al final del túnel:
Dos semanas después de esta nueva lesión casi podía andar con mi pierna izquierda, la fuerza volvía a ella. Sin embargo, aún no podía estirarla completamente. Aún parecía que algo estuviera bloqueandola. Llegué a la conclusión de que estaba preparado para realizar un ejercicio cronometrado. Para comenzar cogí una barandilla a la que sostenerme. Suave y cautelosamente comencé a bajar y agacharme. Durante 30 segundos me mantuve agachado, 30 segundos repletos de tensión y rigidez alrededor de mi rodilla. Pero lo estaba logrando, ¡Mi rodilla se estaba liberando del bloqueo que sufría! Tocaba levantarse, de modo que suave suave fui poniéndome recto y para sorpresa, conseguí que la rodilla se estirase completamente. Un poco más de masaje y ya estuve listo para volver a los entrenamientos.
Poco después de que pasase un mes desde mi primera lesión, fui capaz de poder acudir a los campeonatos que se realizaron este 2018 en Muskoka. Para ello entrené todos los días de la semana durante muchas horas y sin sufrir dolor alguno. Ciertamente, la rodilla seguía con rigidez, pero con el paso de las semanas recobré toda mi movilidad. Desde entonces he podido participar sin ninguna pega en clases de respiración y entrenamientos. Puedo correr, saltar y moverme como deseaba.
Texto publicado por Stephen Dietrich y traducido al castellano.
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